Una noche de 1987, Ramón Arellano salía de una discoteca; cuando se dirigía a su auto Cougar negro del año y convertible, vio y oyó discutir con un joven a los hijos de José Contreras Subías, el famoso narco segundo de Rafael Caro Quintero; siguió su andar; trepó su auto; esperó a que terminaran de discutir; se bajó de su auto; llamó al joven que se encaró a los Contreras. Al acercarse el muchacho, Ramón sacó su pistola y le disparó a la cara, matándolo.
Ese mismo año, Ramón fue a la casa de su amigo Valdés Mainero; el motivo: ver y oír desde allí el Mex-Fest, un multiconcierto escenificado en el estacionamiento del hipódromo Agua Caliente; ordenó tragos, cerveza, botanas, coca y mariguana; cómodamente se sentaron y empezaron a gozar del espectáculo. A los organizadores les pareció mal que lo disfrutarán gratis; ordenaron colocar una enorme manta negra sobre la alambrada. Eso le molestó muchísimo a Ramón; ordenó a sus pistoleros quitarla. Más tarde varios policías reinstalaron la tela. Ramón se puso furioso, personalmente bajó, cruzó la calle y desgarró la manta. Un policía municipal le reclamó sin saber quién era. Ramón Arellano le disparó, hiriéndolo. Llegaron más policías para detener al que había disparado, al llegar al lugar, inmediatamente se retiraron al saber de quién se trataba, hasta disculpas le ofrecieron a Ramón Arellano Félix.
Tiempo después Ramón estaba en el Tijuana Tilly's, vio a un amigo salir al balcón; iba a cruzar la puerta y lo atajó un policía de sección comercial.
"Señor, no está permitido salir al balcón con botellas".
Ramón Arellano se le quedó viendo, lo midió de arriba para abajo, y le dijo: "¿Sabes quién soy?"; El uniformado respondió "no, señor. Por favor vaya por un vaso de plástico y entonces sí puede salir. Son reglas". Ramón vio a su amigo que estaba en el balcón y sí llevaba una botella; entonces preguntó al policía: "¿Por qué el sí y yo no?". El guardián, acostumbrado a tratar con ebrios trató de poner fin a la insistencia, diciéndole: "Él sí, pero tú no". Tranquilamente Ramón pasó su cerveza de la mano derecha a la izquierda, sacó su pistola y le disparó en la cara y pecho al policía.
Ramón Arellano Félix vivía en un departamento del fraccionamiento Las Palmas de Tijuana. Cierta noche de 1989, ya en cama, oyó ruidos en el estacionamiento; un raterillo estaba llevándose el estero de su auto. Pistola en mano lo sorprendió, llamó a la policía judicial; les ordenó matar al tipo, y tirar su cuerpo atrás de las maquiladoras.
Una tarde Ramón Arellano y algunos amigos estaban tomando cerveza en la calle Zitácuaro de la colonia Hipódromo; tenían música a todo volumen. Una mujer enojada salió de su casa para reclamarles. La respuesta fue grosera, se burlaron de ella. Enojada, regresó a su residencia; le contó a su esposo, un hombre maduro, agente de migración; encoraginado se acercó al grupo diciendo: "¡Bájenle a esa fregadera!". La sangre le hirvió a Ramón, lo encaró y le dijo: "¿Tú y quién más?". El agente le dió un derechazo, mandándolo al suelo. "El Fede" un amigo de Ramón Arellano, sacó su pistola y le disparó a la cabeza al agente de migración.
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