jueves, 23 de febrero de 2017

Declaración del homicida material del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo

La PGR, en el periodo del procurador Lozano Gracia, investigó ocho hipótesis en relación con las posibles causas del homicidio del Cardenal Posadas y, en cada una de ellas, se precisaron cuales fueron las pruebas y las diligencias, por las cuales se desecharon siete. Esas hipótesis fueron las siguientes:

1. Fue victimado por su posible vinculación con el narcotrafico.
2. Fue planeado, ordenado y perpetrado por móviles políticos.
3. Fue ordenado y ejecutado por intrigas o pugnas de poder.
4. Fue una venganza por los logros obtenidos por la iglesia católica, sobre todo en los últimos años, como el nuevo régimen constitucional de las relaciones Estado-Iglesias, y la beatificación de veinticinco mártires de la guerra cristera.
5. Fue victimado por grupos de poder que perseguían desestabilizar al estado mexicano.
6. Fue consecuencia de un complot.
7. Fui víctima de mafias internacionales para culpar a los cárteles mexicanos que invadían su Mercado en Estados Unidos y así debilitar a estos últimos.
8. Fue asesinado por la banda de los Arellano Félix, al confundir su vehículo Grand Marquis blanco, como parte de la escolta del "Chapo Guzmán".

El 23 de septiembre de 1995, cuando conducía una pick up color naranja, en Los Mochis, Edgar Nicolás Mariscal Rabago, alias "el negro", fue detenido por agentes de la PJF. Dicho gatillero hacia sido señalado en diversas declaraciones ministeriales como integrante de la banda de los Arellano Félix, presente en el aeropuerto ese 24 de mayo, y quien había disparado la ráfaga de proyectiles contra el Cardenal.

El mismo día de su detención, "el negro" rindió su declaración ministerial, narró que ese 24 de mayo de 1993, "la rana" lo citó en el parque de la colonia La Calma, donde se reunió con -entre otros- "el lichi", "el roque", "el chapito", "el güero jaibo", "el nahual", "el JC", y el "tiroloco", con la finalidad de dirigirse al aeropuerto, a brindar protección a dos de los hermanos Arellano Félix, quienes viajarían a Tijuana con los gatilleros que los habían acompañado para asesinar a "el chapo guzmán", que de los de su grupo, unos se encontraban vestidos de militares y otros con gorras, chamarras y "conchas" de las que emplea la PJF; que ese día llevaba consigo un fusil automático R-15, el mismo que siempre utilizaba, cuando "la rana" lo convocaba para la realización de un trabajo; que en unión de "el roque", "el güero jaibo" y "el JC" abordó un vehículo; que llegaron al aeropuerto alrededor de las quince horas, y la "la rana" se ubicó a la mitad del estacionamiento, mientras él y sus otros tres amigos realizaban labores de patrullaje, al rededor de ese lugar, que aproximadamente a las quince horas y cuarenta y cinco minutos llegó una camioneta, y se notó movimiento de mucha gente; "la rana" descendió de la camioneta, se dirigió hacia la entrada de las salas del aeropuerto, y en ese momento comenzaron los disparos de arma de fuego.
"El negro" prosiguió; relató que se percató de que los ocupantes de un cavalier azul disparaban contra el vehículo de "la rana"; que la gente comenzó a correr. Al ver en el interior del estacionamiento sobre el carril de circulación paralelo al arroyo circundante un vehículo Grand Marquis de color blanco y de modelo reciente, que coincidía con las características del automóvil que usaba Joaquín Guzmán Loera, alias "el chapo guzmán", según se nos había informado y por tal motivo de inmediato se acercó al Marquis su paisano "el güero jaibo" y con su arma larga que llevaba consigo al igual que el declarante, le efectuamos disparos a los ocupantes de tal vehículo, percatándome que la persona que iba sentada en la parte frontal derecha, vestía de color negro e intentaba descender de su vehículo, lo cual fue impedido por los disparos que "en ráfaga" le hice, asimismo me di cuenta que un vehículo de la marca Buick, de color azul verde, se estacionaba sobre el arroyo de circulación exterior del estacionamiento, percatándome que sus ocupantes también efectuaban disparos en contra de mis compañeros, por lo que Rodrigo Villegas Bon efectúa disparos contra uno de los ocupantes del Buick, después de lo cual nos damos a la fuga a bordo del spirit. Enterándome posteriormente que la persona contra la cual había disparado era el Cardenal de Guadalajara, Juan Jesus Posadas Ocampo, cuyo vehículo confundimos con el usado por "el chapo guzmán".

miércoles, 15 de febrero de 2017

Historia de lucha: Escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa

La normal de Ayotzinapa es semillero de luchadores sociales. Son 88 las generaciones de maestros que han egresado de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero. Ahí estudiaron Lucio Cabañas Barrientos y Genaro Vázquez, líderes campesinos e impulsores de la lucha armada en México.

Genaro Vázquez Rojas nació en San Luis Acatlán, Gro., el 10 de junio de 1931. Ingresó a la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Tixtla, Gro., y a partir de 1950 ejerció su profesión en el mismo Estado. Fue militante del Movimiento Revolucionario del Magisterio y después del Movimiento de Liberación Nacional.

Desde su juventud, Vázquez Rojas tuvo inquietudes revolucionarias, habiendo integrado parte en octubre de 1959, de la Central Campesina Independiente CCI y de la Asociación Cívica Guerrerense ACG, que luchó contra el represivo gobernador del Estado, general Raúl Caballero Aburto. Durante 1960, Genaro Vázquez encabezó la resistencia contra el militar, fue aprehendido el 27 de abril en las cercanías de Teloloapan y liberado el 12 de mayo siguiente; en junio realizó una caravana a la ciudad de México y fue recibido por el presidente Adolfo López Mateos, ante quien denunció la falta de garantías constitucionales en el estado, el despojo de tierra a los campesinos, la represión por parte de pistoleros y policías, los fraudes electorales en algunos municipios y la corrupción del gobierno estatal.

A su regreso a Guerrero fue detenido el 31 de octubre de 1960, acusado de injurias al gobernador y asociación delictuosa; pero el 7 de noviembre siguiente salió libre bajo fianza. Persistió en su lucha hasta lograr que el 4 de enero de 1961, se decretara la desaparición de poderes en Guerrero.

Lucio Cabañas nació el 12 de diciembre de 1938 en Atoyac de Álvarez, Guerrero. Fue estudiante de la Normal Rural de Ayotzinapa y dirigente de la Federación de Estudiantes y Campesinos Socialistas de México (FECSM), fundada en 1935, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. Su abuelo paterno había sido zapatista y su tío Pablo había participado en la guerrilla de los hermanos Vidales en la década de 1920.

Tras su estadía en Ayotzinapa, ingresó a las Juventudes del Partido Comunista y a la Asociación Cívica Guerrerense (ACG), la cual era dirigida por Genaro Vázquez. Al recibirse como maestro es asignado al ejido de Mexcaltepec en la sierra de Guerrero el cual contaba con recursos forestales que habían sido usurpados por una compañía maderera. Ante el despojo, Lucio Cabañas organiza a los campesinos para reivindicar sus derechos sobre los bosques. 

El 18 de mayo de 1967,  encabezó un mitin en la escuela de Atoyac de Álvarez en contra de la directora. En ese mitin, policías judiciales dispararon contra los reunidos, matando a varios e hiriendo a muchos más. Tras la represión, Lucio Cabañas fundó el Partido de los Pobres (PDLP) y la Brigada Campesina de Ajusticiamiento (BCA), su brazo armado contra los enemigos del pueblo.

"Compañeros, esto es una prueba más de que por las buenas nunca habrá justicia para los pobres; por eso siempre habíamos dicho que nos alistáramos para tomar las armas en cualquier momento, y ese momento ya llegó; aquí empieza la revolución, vamos a agarrar las armas para vengar a los compañeros caídos y acabar con la clase explotadora", declaró Lucio Cabañas al fundar el PDLP.

La guerrilla de Cabañas fue una las más importantes en las décadas de los sesentas y setentas. A diferencia de las guerrillas surgidas tras el movimiento estudiantil de 1968, Cabañas consolido la mayor fuerza armada rural del país.

La escuela normal de Ayotzinapa se fundó por el maestro Raúl Isidro Burgos Alanís el 2 de marzo de 1926 con la ayuda del pueblo. Su objetivo era dar escuela y cobijo a los hijos de campesinos de las zonas más pobres de Guerrero. Desde entonces funciona no sólo como escuela, sino dando alojamiento y manutención a sus estudiantes, provenientes lo mismo de Guerrero que de Oaxaca, Chiapas, Distrito Federal, Tlaxcala, Morelos y Sonora, por citar el lugar de origen de algunos. 

La Escuela Normal Rural de Ayotzi, como también la conocen, se ha proyectado como una institución formadora de maestros rurales de primaria, algunos con enfoque bilingüe, otros como maestros rurales de educación física. Desde su fundación buscaba la educación para el pueblo, ideal del político mexicano José Vasconcelos.


Pero hablar de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa es enunciar también movimientos guerilleros, sociales y magisteriales. En 1941 el gobierno de Manuel Ávila Camacho dijo que los estudiantes de Ayotzinapa había agraviado la bandera nacional para sustituirla por la bandera rojinegra de la huelga estudiantil. En esa ocasión varios estudiantes fueron apresados bajo cargos de insurrección y similares.

En 1975 fue tomada por el Ejército por el secuestro de Lucio Cabañas en contra de Rubén Figueroa, en ese entonces gobernador de la entidad. Y en 2005 los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa fueron desalojados del bloqueo que mantenían en una carretera. La demanda era la entrega de plazas para los egresados del plantel.

En 2007 policías antimotines desalojaron a estudiantes cuando protestaban dentro del Congreso estatal. La exigencia era la entrega de plazas y la exigencia de no desaparecer esa Normal. Año con año los estudiantes de Ayotzinapa se trasladan a Chilpancingo para solicitar, mediante manifestaciones y bloqueos viales, apoyo económico para sus instalaciones, así como fondos para realizar sus prácticas profesionales.

El 12 de diciembre de 2011 sus protestas terminaron en tragedia luego de que incendiaran una gasolinera y un empleado muriera a consecuencia de serias quemaduras. En esa ocasión los estudiantes bloquearon la Autopista del Sol y se enfrentaron a la policía federal y estatal. Como resultado también resultaron muertos dos estudiantes a manos de la policía.

La noche del viernes 26 de septiembre de 2014 varios estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa fueron atacados a tiros por policías en la ciudad de Iguala. Los jóvenes habían ido a ese municipio a secuestrar autobuses para asistir a la marcha del 2 de octubre en la Ciudad de México, en el 46 aniversario de la masacre de estudiantes de Tlatelolco.

En el altercado inicialmente desaparecieron 57 estudiantes, de los cuales 14 de ellos fueron más adelante encontrados en sus casas. Hoy por hoy, siguen sin aparecer 43 de ellos, los cuales fueron desaparecidos por el Ejercito, Policía Federal, Policía Estatal y Municipal con el consentimiento de presidencia. Un Jefe Narco de plaza de esa zona, ordeno al ejército recuperar dos autobuses que habían sido secuestrados por los normalistas, sin tener conocimiento de un cargamento de heroína que en ellos se transportaba con un valor de más de dos millones de dolares.

Por todo lo anterior, la Normal de Ayotzinapa se ha intentado eliminar por el gobierno desde hace muchas décadas, con un único fin; erradicar la generación de más lideres sociales como Lucio Cabañas y Genaro Vazquez. La Normal desde siempre ha sido un foco rojo para todo aquel presidente que toma el poder. Para el gobierno, la Normal de Ayotzinapa debe estar vigilada y con "marca personal" más que el crimen organizado. La Normal Rural siempre ha estado exenta de fondos y recursos para su pronta desaparición, pero no lo han logrado, y se ve muy lejana esa posibilidad.

domingo, 12 de febrero de 2017

La noche del infierno en San Miguel de Allende, Gto

Antonio Luna solía encerrarse por las noches junto con su esposa Juana y sus tres hijos en la amplia estancia en remodelación de la propiedad que cuidaba, ubicada en la carretera a Dolores Hidalgo, justo donde el entorno comienza a verse escasamente poblado.
Fue en ese lugar, donde la noche del viernes 13 de enero, para la familia Luna Luna comenzó el infierno.
Los hijos de Juana y Antonio, ambos de apellido Luna: Adrián, de 11 años, Gabriel de ocho y Mateo, de cuatro, murieron de un disparo en la cabeza en el marco de un operativo ministerial a todas luces fallido y de un entorno inseguro que recrudeció en los últimos meses en esta ciudad.
La razón no alcanza para explicar cómo Antonio, descrito por quienes lo conocen como un padre amoroso para quien sus hijos lo eran todo, pudo haberles disparado a cada uno en la cabeza con el revólver calibre 22 que le dio su patrón para cuidar por las noches la propiedad en este lugar.
Así lo plantea la acusación formulada por la Fiscalía de la Procuraduría de Justicia, por la que fue vinculado por una juez y permanece preso en el Centro de Reinserción Social (Cereso).
Numerosos mensajes y llamadas telefónicas intercambiadas por Juana y Antonio con el propietario de la finca, Cipriano Sánchez, y los hermanos de ambos, revelan la incertidumbre y el terror vividos desde los primeros minutos de la balacera por esta familia, que en un principio creyó que “alguien se metió a robar”.
De acuerdo con estos mensajes revelados a Apro, Juana y Antonio clamaron por ayuda, pidieron a sus hermanos llamar a la policía y esperaron durante varias horas sin tener la certeza de que alguien iría a rescatarlos.
Es por eso que sobre la muerte de los tres niños, la presencia del grupo delictivo y el operativo que a cargo de agentes de la Procuraduría de Justicia, el transcurrir de los días saca a relucir más dudas que certezas.
Según la información oficial, elementos de la Policía Municipal, aquel día agentes de las Fuerzas del estado y de la Policía Federal llegaron al sitio y permanecieron a unos metros el lugar. Pero ninguno disparó una sola de las más de 400 balas que se habrían intercambiado en el interior de la finca.
La función de estas corporaciones, según se apresuraron a aclarar, fue únicamente la de bloquear el paso a automovilistas en ese tramo de la carretera a Dolores Hidalgo “y vigilar que no hubiera heridos por alguna bala, alguna persona inocente (sic)”, dijo el comisionado de la Policía Federal en el estado, Miguel Ángel Simental, unos días después de lo ocurrido.
“Fue un operativo exclusivamente de la Procuraduría de Justicia del estado”, confirmó el comisionado federal.
El resultado no puede ser más cuestionable y desolador: tres niños asesinados en medio de cientos de balas, ventanas y paredes rotas y perforadas. El velador y padre de los menores detenido. Armas, vehículos y droga asegurados por la Procuraduría, pero ningún sicario capturado: todos huyeron por las brechas alrededor de la propiedad a escasos metros de la carretera; allí donde policías municipales, agentes de tránsito, policías federales y estatales “cuidaban”.
Al paso de los días también surgen contradicciones sobre las personas que habían rentado unos días antes un departamento al fondo del predio, separado del salón por un amplio jardín y estacionamiento.
Mientras el procurador Carlos Zamarripa los identificó como varios hombres integrantes de un grupo delictivo, el propietario del predio, Cipriano Sánchez, sostiene que fueron “dos mujeres comunes y corrientes” que le pidieron alojamiento a fines de diciembre.
En entrevista el lunes 30 de enero, Cipriano Sánchez contó que acostumbra ir a la propiedad a diario; que nunca notó “nada raro ni anormal” en la conducta o presencia de sus inquilinas, aunque a veces éstas eran acompañadas por un joven u otras personas.
Sin embargo, nunca pudo confirmar su identidad porque desde el principio las dos mujeres adujeron que les habían robado su bolsa con sus identificaciones unos días antes, y sólo le dieron un nombre: Verónica Ortiz.
Cuando Antonio regresó tras dos semanas de vacaciones, su patrón le informó que había rentado el departamento, que no se ocupara de las inquilinas y que hiciera su trabajo “como siempre”.
La estancia donde solía encerrarse Antonio por las noches era remodelada para convertirse en un salón de fiestas, después de que por varios años el propietario la rentó a un empresario de Guadalajara que le invirtió para convertir el sitio en un centro nocturno con table dance, pero aparentemente nunca consiguió los permisos.
En la parte alta hay un televisor, mesas de billar, algunos colchones y un cuartito con un pequeño baño, suficientes para que la familia se instalara a ver televisión y se quedara a dormir.
Cada mañana, todos regresaban a su otra realidad: un cuarto que hacía las veces de recámara, cocina y sala, carente de electricidad, agua potable y drenaje, ubicado a unos 200 metros de la finca que Antonio cuidaba.
Allí se cambiaban de ropa y se arreglaban; la pareja llevaba a los niños a sus colegios y posteriormente cada uno se iba a trabajar. Por las noches, el salón de Cipriano era el sitio inmejorable para estar juntos y disfrutar de lo que en su cuartito no tenían.
La pareja llegó al sitio unos cuatro o cinco años atrás, siguiendo a dos hermanos de Juana que fincaron un par de cuartos aledaños y les permitieron quedarse. Hace dos años, Antonio fue contratado por Cipriano Sánchez para ser el velador del inmueble, junto al que hay un motel en construcción desde hace años, y una tienda, todos predios de Cipriano, según narró éste a la reportera.
“Venga pronto, hay una balacera…”
La noche del viernes 13 los primeros disparos comenzaron a escucharse a las 11:30 de la noche y los últimos a las 4:30 de la madrugada del sábado 14 en la propiedad ubicada en Ampliación Cieneguita, refieren en entrevista vecinos de Antonio y Juana que habitan otra pequeña casa junto al cuarto de los Luna Luna.
Cipriano Sánchez asegura que una hora antes se había retirado de la finca, donde estuvo casi toda la tarde haciendo arreglos en el patio y el jardín. “Dejé todo normal, le dije a Antonio que se encerrara; no supe si estaban las mujeres –inquilinas del departamento- no noté nada raro”, asegura.
Al escuchar los primeros disparos, varios de los vecinos se asomaron por las cortinas que hacen las veces de puerta. No atinaron más que a llamar a la policía municipal para decir que había un tiroteo y que muy cerca vivían familias con niños y tenían miedo. Después se persignaron y se pusieron a rezar el rosario.
Los vecinos sabían que la familia Luna Luna estaba en la finca. Todos los días los veían salir por las noches de su cuartito rumbo a la propiedad que cuidaba Antonio, a quien describen como un hombre tranquilo que nunca dio problemas, que jugaba con sus tres hijos en el terregal que hace las veces de patio y que ayudaba a Juana a acarrear el agua del aljibe para bañarse y cocinar.
“Nos pusimos a rezar. Pensábamos en los niños allí adentro. Los balazos se escuchaban seguidos, a veces un ratito de silencio y luego otra vez; todo fue adentro de la finca, afuera no vimos a nadie, ni un coche, nada. Ya casi cuando se acabaron, se oyó como una ráfaga, muchos de un jalón. Luego ya no se oyó nada”, narró una mujer.
Cipriano Sánchez recibió varias llamadas y un mensaje de texto desde el celular de Antonio y de otro que cree es el de Juana, pero no les contestó nunca porque, afirma, al llegar a su casa esa noche se quedó dormido y no despertó sino hasta la mañana siguiente.
En uno, que recibió a la 1:34 de la mañana, Antonio escribió: “Venga pronto hay una balacera en la tienda y aquí donde estamos”.
En total, 25 llamadas y seis mensajes de texto se intercambiaron entre los teléfonos de Juana y su cuñada Claudia, así como de ésta al número de emergencias y al directo de la Policía Municipal, a partir de las 12:39 y hasta las 4:57 de la madrugada.
Desde las 12:40, en la central de policía le aseguran que ya habían enviado gente al sitio. Eso mismo le repitieron en las sucesivas llamadas que hizo a la corporación, cada que Juana volvía a marcarle porque “no llega nadie a ayudarnos”.
Junto con otro de sus hermanos (son nueve en la familia de Antonio), Claudia se apersonó en las inmediaciones de la finca de Ampliación Cieneguita poco después de las dos de la madrugada del sábado 14, en busca de saber qué pasaba en la casa donde sabía que estaban el velador, su cuñada y sus tres sobrinos. Pero para ese momento, ya la carretera estaba cerrada y el paso impedido les fue impedido por policías municipales.
Una hora y media antes (12:30) las hermanas de Antonio habían recibido una primera llamada de Juana desde el interior de la finca, pidiéndoles que avisaran a la policía de que alguien estaba metiéndose a la casa. Su esposo y ella creían que era para robar.
A las 12:39, Claudia marcó al teléfono celular de Juana y le preguntó que si los supuestos ladrones se querían meter a la finca que cuidaba Antonio, o a la casita donde vivían los Luna Luna. Juana le aclaró a su cuñada que estaban todos encerrados en la finca que cuidaba su esposo. “Aquí donde trabaja Antonio, quieren robar, se quieren meter”, le dijo, evidentemente asustada.
A las 2:39, Juana le volvió a marcar, justo cuando Claudia y su hermano se dirigían a Ampliación Cieneguita. “Pensábamos que los policías no llegaban porque no ubicaban el lugar, así que se nos ocurrió ir para señalarles dónde era. Pero ya no nos dejaron pasar”, narró la hermana de Antonio a apro el jueves 26.
En esa llamada, Juana le dice que nadie de la policía llega. “Ya nos están echando gas”, agrega. A través de la línea, su cuñada alcanzó a escuchar claramente los disparos.
“Cuando llegamos, me acerqué a unos policías para enterarlos de que allí estaban mis sobrinos con sus papás, que había niños. Uno de los policías habló como por un micrófono, escuché que dijo: hay un velador, su esposa y tres menores. Luego alguien le marcó a su celular, contestó y les dijo: es que esto se puso más cabrón, porque ahí está el velador y hay tres menores. No supe quién le llamó y a quién informó”, refirió Claudia.
Después de varios intentos por comunicarse nuevamente con Juana, a las 2:52 ésta respondió a Claudia, en un murmullo: “Te voy a colgar porque no quiero que nos descubran”. Esa fue la última vez que escuchó a la madre de sus sobrinos, pues le marcó otra decena de ocasiones y a veces descolgaban, pero no volvió a responderle.
A las 4:57, ante el silencio de la primera, la falta de información por parte de los policías y el tremendo frío que se sintió, Claudia optó por retirarse de la carretera y volvió a su casa donde vive con su mamá. Antes, éste fue el último mensaje que envió a Juana por el WhatsApp: “Ya la policía tiene sus datos, de ustedes y de los niños, por si les habla sepan que son ellos”.
Casi 12 horas después, alrededor de las tres y media de la tarde, Claudia pudo ver a su hermano, detenido en los separos de la Policía Municipal. Lo primero que hizo al verlo fue preguntarle por sus sobrinos.
“Me los mataron. Están muertos los tres y Juana no va a salir. Está allá, no va a salir ni pagando fianza. Encárgate de mis hijos y de ella”, fue la respuesta de Antonio.
El procurador de justicia, Carlos Zamarripa Aguirre, ha expuesto que esta instancia tiene los elementos periciales y la declaración ministerial de la madre de los menores, Juana Luna, para sustentar la acusación contra Antonio contenida en la carpeta de investigación, que ya está también en los terrenos del Poder judicial del estado.
Más interrogantes
En las diversa entrevistas que ha dado a medios, el procurador Carlos Zamarripa ha señalado que los elementos de la Agencia de Investigación Criminal que realizaron el operativo –seis en total, según informes de la Procuraduría de Derechos Humanos que ha tomado declaración a los mismos, así como a ocho elementos de la Policía Estatal– no contaban con la información de que en la propiedad había una familia con menores de edad, y que los agentes se identificaron claramente mediante los comandos de voz propios de estos operativos.
-¿Hay alguna posibilidad de que los agentes hayan incurrido en algún error o en algún acto indebido durante este operativo?, se preguntó al procurador.
-Ninguna evidencia tengo para pensar o suponer una actuación indebida, respondió.
Sin embargo, resulta imposible ignorar las declaraciones que en los días siguientes hizo la propia madre de las víctimas, quien apuntó a los elementos ministeriales como quienes desarmaron a su esposo, hicieron disparos y posteriormente obligaron a Antonio a tomar el arma en sus manos.
Ante cámaras y grabadoras, Juana Luna narró que después de esos momentos no volvió a ver a sus hijos vivos y que su declaración en las oficinas de la Subprocuraduría de Justicia habría sido modificada de forma sustancial y ella presionada para firmarla, “porque sólo así podría salir”.
En una de estas entrevistas, Juana contó que cuando los tenían a ella y a su esposo todavía dentro de la finca (antes de ser trasladados al Ministerio Público) los llevaron al departamento que Cipriano había rentado.
“Mi esposo le preguntó al oficial que estaba allí que si les estábamos marcando, por qué no llegaban. Dijo que no podían, que al parecer allí hubo un enfrentamiento de dos grupos contrarios, y cuando llegaron ellos salieron por otras puertas, ya no los alcanzaron”.
“Eso comentan mis superiores porque yo acabo de llegar”, les dijo el agente, aparentemente también de la PGJE. Siguió: “Nosotros ni siquiera sabíamos quiénes eran, pensamos que se habían metido a robar”, insistió Juana en su versión ante los medios. “Yo por eso pensé que eran como los de la tele, que eran secuestradores”.

Dos días antes de lo ocurrido en Ampliación Cieneguita, elementos de la Unidad Especializada en Combate al Secuestro de la Procuraduría de Justicia y del grupo táctico de la Secretaría de Seguridad Pública “reventaron” una casa en la colonia Lindavista, en la que un joven de 18 años y un niño de 10 permanecían secuestrados.Tres de los plagiarios murieron en el enfrentamiento con los agentes y uno de éstos fue herido, informó el procurador Carlos Zamarripa.

En octubre del 2015, la delincuencia dio la bienvenida al actual presidente municipal, el panista Ricardo Villarreal García –hermano del también exalcalde y exdiputado federal Luis Alberto Villarreal- con un ejecutado, sólo 10 minutos después de que aquél asumió el cargo, momento a partir del cual las ejecuciones continúan con una frecuencia nunca antes vista, refieren reporteros en esta ciudad.

Es en éste San Miguel, que acumula títulos como “la mejor para vivir”, “la mejor ciudad de México, Centro y Sudamérica” y otros igualmente pomposos, en donde han sido detenidos en los últimos tres años no uno, sino varios capos del narcotráfico, como Héctor Beltrán Leyva, El H, jefe del cártel de los Beltrán desde la muerte de su hermano Arturo El Barbas. Héctor Beltrán fue detenido a principios de octubre del 2014.

Tal panorama exhibe una acometida criminal de asesinatos, extorsiones, robos domiciliarios, ataques con explosivos a bares y restaurantes que tienen preocupados y molestos a los sanmiguelenses y residentes extranjeros, y ante el cual las corporaciones municipales, estatales y federales parecen estar rebasadas, por lo que la muerte de los niños Luna Luna detonó varias protestas y marchas en la ciudad.

“Si dicen que mi hermano es culpable, yo creo que atrás de él hay otro culpable, ¿no? ¿Quién mandó ese operativo y aparte fallido. ¿Con quién pelearon? ¿Con quién, me pregunto? – cuestiona Claudia, hermana de Antonio.

“Este procurador le inventa cada cosa; pues creo que él también es culpable, ¿no? O quien mandó este operativo, también es culpable. Porque si no hubiera pasado esto, la vida sería normal para ellos, feliz. Porque eran muy felices”

Fuente: Proceso

sábado, 11 de febrero de 2017

Los Texas de Nuevo Laredo

En la década de los años ochenta en Nuevo Laredo, nació una de las bandas más peligrosas del crimen organizado que operaban en el país. En un principio se integró por los miembros de la familia Martínez Herrera; después fueron reclutando narcotraficantes de otras mafias, como la de los Martínez Pruneda, que se encontraban prófugos de la justicia. La cabeza era Arturo Martínez Herrera, llamado el Texas 1, quien en agosto de 2001, luego de haber sido uno de los hombres que controlaban el penal de "alta seguridad" de Puente Grande, junto con el fugado Joaquín "El Chapo" Guzmán y Héctor Luis "El Güero" Palma, fue trasladado al penal de Almoloya de Juarez, en el Estado de México, para tratar de cortar así el manejo virtual que Martinez Herrera seguía teniendo de las acciones de su organización desde la cárcel.

Los Texas fueron de los primeros que obligaron a las caravanas de indocumentados a transportar droga.

Una de las historias que se le conoce a esta banda es cuando, a fines de los ochenta, trasladaron a un grupo de 14 salvadoreños a Houston, Texas. Los indocumentados se dieron cuenta que estaban siendo utilizados para traficar droga; trataron de denunciarlos a las autoridades norteamericanas y fueron descubiertos por Guillermo y Arturo Martínez Herrera, quienes como respuesta asesinaron a 13 integrantes de ese grupo; solo quedó uno vivo, el que los delató. Desde entonces eran requeridos por las autoridades de los Estados Unidos.

Sentaron su base de operación en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Se sabe que desde su inicio estaban coludidos con las autoridades judiciales del país. Contaron con la protección del entonces comandante de la Policía Judicial Federal, Guillermo González Calderoni, quien al ascender al cargo de director de Intercepción Aérea de la PJF, enviaba parte de los decomisos realizados a esta organización; Los Texas se encargaban de comercializarla, realizaban diversos trabajos para él y para quién era su socio cercano, Juan García Abrego lider del Cartel del Golfo.

Su especialidad se convirtió en ser camellos, pasando droga por la frontera, y cada vez más comenzaron a ser utilizados como matones profesionales.

El 7 de marzo de 1996, fue detenido en la Ciudad de México, Carmelo Herrera, acusado de ser la cabeza de una banda de robacoches, su especialidad eran los Jetta y los Golf, que con documentación apócrifa eran vendidos en diferentes estados de la república y en Centroamérica. Esté hecho no hubiera sido tan relevante, sería un capítulo más de la larga historia de las mafias especializadas en el tráfico internacional de automóviles, si Carmelo Herrera no hubiera sido a quien Fernando Rodríguez González y sus hermanos, comandados por Manuel Muñoz Rocha, le pagaran 300 mil pesos para matar al entonces secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu. Carmelo Herrera, luego de espiar a quien sería su víctima, se dio a la fuga con el dinero, sin haber cumplido con "el encargo", porque lo considero demasiado peligroso.

En el caso de José Francisco Ruiz Massieu, el juez solo sentenció a Carmelo por encubrimiento. Fue liberado previo pago en efectivo de de una fianza de 140 mil pesos. Nadie averiguo como un desempleado obtuvo esa cantidad para pagar su libertad. El entonces todopoderoso subprocurador Mario Ruíz Massieu hermano de José Francisco, era el encargado de la lucha contra el narcotráfico y nada hizo respecto a Carmelo Herrera.

Carmelo era, también un hombre de Los Texas. Su relación con esta banda y con el Cartel del Golfo, están documentadas, fue, además, vecino de los tíos de Mario Aburto, el asesino de Luis Donaldo Colosio, en un rancho de "La Huasteca" donde Aburto escribió sus famosos y nunca explicados cuadernos.

En ellos, Aburto se hacía llamar Caballero Águila.

¿Saben cuáles eran los nombres en clave de Los Texas?

Adivinaste:

Águila l, Águila ll y así sucesivamente.

jueves, 9 de febrero de 2017

Crónicas desde Puente Grande: La fuga del "Chapo Guzmán"

-Que onda compita Lemus, ¿Se va a discutir con una historia de la calle para matar el rato?

-Si, ¿De qué quieres que te cuente?, pero mejor tú cuéntame del Chapo, de cuando se paseaba en el módulo tres.

-No'mbre, deja te cuento la vez que llego una revisión de México, con unos gue.. vestidos de negro, que según eso llegaron muy cab.. queriendo reventar todas las celdas de la población, y de esto no le habían avisado al Chapo. Y que llegan golpeando a todos, sacándonos de las celdas, y un compita que quería mucho El Chapo, que le comienzan a pegar bien veo en el pasillo; El Chapo brincó.

-Si, que les brinca. Y que le dice a un comandante:

-Ya estuvo, ¿No, comandante?

-Ya estuvo de que, cab.. -le contestó el comandante.

-De que le esté pegando a la gente -respondió más fuerte El Chapo.

-¿Y tú quién chin.. eres para decirme como voy a hacer mi trabajo?

-A ver, agárrenme a ese ca.. que se siente defensor de esta bola de cu..-dijo el comandante dirigiéndose a sus elementos de tropa.
“Justo cuando lo iban a detener, El Chapo que se descuenta a un policía. Eso fue como la instrucción para que todos los que estábamos allí, nos les pusiéramos al pe.. a los custodios, quienes en menos de cinco minutos ya estaban en el suelo, sin radios y bien mad.. esa vez fueron como unos 50 policías los que descontamos.

-Después llegó el director y todo el personal del cefereso quienes convencieron al Chapo de que entregara a los policías que detuvimos.

-Se los voy a entregar enteros- dijo el Chapo-, pero no quiero represalias contra nadie.

-Esta bien- respondió el director-, pero eso también dígaselos a los de México.

El Chapo hablo por teléfono con alguien de México, dicen que conversó con el presidente, y que ahí fue donde le ofrecieron la libertad.

Antes de soltarlos que El Chapo le dice al comandante que si se aventaba un tiro derecho, solo ellos dos.


-Que comandante, ¿Se siente muy ca..? porque yo sí soy ca..

-No, discúlpeme yo no sabía quién era usted, me hubiera dicho su nombre. No volverá a pasar.

-Claro que no volverá a pasar, ¿Sabe por qué?

-¿Por qué? -balbuceo boca abajo el comandante, desde donde estaba tirado.

-Porque saliendo de aquí, usted va renunciar. Se va a la chin.. porque si no lo mato. El Chapo levanto de las orejas al comandante, lo paro frente de él, y aunque El Chapo estaba más bajito que el policia, le puso unas cachetadas delante de todos los presos.

El Chapo Guzmán, en Puente Grande era el manda más, no se podía mover nada sin la autorización y sin el consentimiento de él. Elegía la comida, metía grupos norteños, tenía visitas íntimas con las mujeres del comedor, con quien él quisiera. Tenía un teléfono celular donde él podía llamar las veces que quisiera, prestaba a los internos el mismo aparato para que hablaran con sus familiares. Tenía en nómina a todo el penal, desde el director hasta todo el personal de custodia. Regalaba becas a hijos de los presos, pagaba operaciones a familiares de los presos, hasta enviaba dinero a las familias de los internos para que pudieran visitarlos en Puente Grande.

De verdad que El Chapo tenía el control no sólo del penal, si no también de todo el país.

El Chapo se fugó del penal de Puente Grande, caminando vestido de policía y con arma en mano. Lo del carrito de lavandería fueron puras mentiras para esconder la relación del gobierno federal con el cártel de Sinaloa.

Fuente: Libro, "Los Malditos, crónica negra desde Puente Grande” de J. Jesus Lemus

Crónicas desde Puente Grande: Valeriano, jefe de escolta de Heriberto Lazcano Lazcano, Jefe Zeta

Fue a principio de agosto de 2008 cuando llegó al pasillo un nuevo interno: Valeriano Sotelo Reyna. Venía proveniente de Tamaulipas y fue asignado al pasillo uno porque se trataba de un interno especial, se enfrentó a balazos con todo un batallón del ejército, dejando a cinco soldados muertos y cerca de una docena de lesionados.

La reyerta tuvo lugar en el municipio de Río Bravo, a comienzos de aquel año, según lo narró durante una de esas platicas con las que matábamos el tiempo. En la misma refriega estuvo a punto de caer Heriberto Lazcano Lazcano “El Lazca”, pero pudo salvarse porque le cubrieron bien la salida, pues Valeriano era coordinador en jefe de la escolta del jefe de Los Zetas.

Durante la hora de comer, se escuchó una voz que desconcertó a todos los que intentábamos probar una mezcla espesa y babosa color café, hecha a base de nopales y carne de cerdo.
-Hey, compita -gritó Valeriano sin dirigirse a nadie lara hablarle a todos- ¿Qué es lo que nos dieron de comer? -preguntó.
-¡Es filete de pescado, ca..!, ¿Qué no vez? -le contestó José Luis, un ex policía ministerial que vivía en la celda siete-. ¿A poco no está a toda ma..?
-Órale gracias - contestó a secas Valeriano.
La respuesta inquieto más que la misma pregunta inicial.

-Oiga, compa, ¿A poco no sabe lo que estamos comiendo?
-Le preguntó J. Jesus Lemus.
-No-reviró parco Valeriano.
-¿Esta usted ciego? -Alguien desde la entrad le inquirió. 
-Si- respondió de nuevo Valeriano, esta vez con la boca llena.
-Pero ni modo que no tenga lengua como para no conocer el sabor de lo que estamos comiendo.
-Pos la verdad amigo- aseveró Valeriano- tampoco tengo sentido del gusto, ni tengo sensibilidad en las manos, ni olfato.
Valeriano confesó que que su único sentido intacto era el oído. Escuchar y hablar bien eran las únicas funciones que mantenía.

-¿Por qué y en donde perdiste los sentidos del gusto, la vista, el tacto y el olfato?- preguntó J. Jesu Lemus.
-Fue después de los balazos.
-Cuando nos topamos con los federales en Río Bravo, nos dimos con todo. La instrucción de Lazcano era no dejar en pie ninguno de los federales que nos cerraron el paso. Allí se tomó la decisión en plena refriega, el que cayera tenía asegurada la manutención y el sustento de su familia, era la palabra del jefe. Le tome la palabra y me tire a matar.
-Me allegue a Los Zetas luego de casi 20 años de haberme retirado del ejército. Me di de baja por que ya no me alcanzaba el sueldo y porque siempre estaba lejos de mi mujer y los hijos. Me puse a trabajar y lo único que encontré fue de albañil. Después conocí al Perro y me dijo que le ayudara a cuidar unos camiones que debían cruzar Veracruz a Tamaulipas, mi única función era vigilar a lo lejos, sin mayor riesgo, y le entre. Después de allí vinieron más comisiones y todas la cumplí cabalmente; tan así, que en menos de dos años ya estaba dentro de la estructura más cercana al comandante “Lazca”, cuando él vio cómo me la rife en un enfrentamiento con los Golfos, allá en Monterrey, me mandó llamar. Me dijo que quería que estuviera a su lado y que me sumará a su escolta.

-¿Y cómo te dejaste agarrar? 
-No me deje agarrar, me agarraron -dijo sarcásticamente-. Después que me termine el parque y había caído la gente que me ayudaba, y vi que aún estaban de pie muchos federales, principalmente de los que llegaron de apoyo, saqué la pistola y me apunté en la sien, pero con tan mala suerte que la bala no entró derecha y solo me volé la tapa de la cabeza con un pedazo de cerebro. 
-¿Entonces no tienes sensibilidad en las manos?
-No tengo sensibilidad en todo el cuerpo, no siento nada en ninguna parte, no tengo frío ni calor. No percibo ninguna sensación en el cuerpo, estoy como muerto en vida, ni siquiera sé cuando hago del baño.
Esa era la explicación del fétido olor que se sumaba a la mezcla de los valores nauseabundos del pasillo; emanaba del aposento de Valeriano, lo que en ocasiones provocaba que nos desesperáramos y le recordáramos que ya había defecado, que limpiara como pudiera y depositará sus desechos en el reducido orificio que en cada celda servía como sanitario.

Fuente: Libro “Los Malditos, crónica negra desde Puente Grande” de J. Jesus Lemus

Crónicas desde Puente Grande: "El Gato" Lugarteniente del "Chapo Guzmán"

El Gato me contó que que a fines de los ochenta estuvo en Colombia durante mucho tiempo; en aquel país fue instruido y capacitado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), a las cuales ingresó por gestiones de su padre, quien por años sirvió a esa organización. Dentro de un campamento de las FARC, Noé recibió capacitación para elaborar drogas sintéticas a base de anfetaminas, las cuales se obtenían de medicamentos antigripales, de esos que se pueden comprar en cualquier farmacia, y cuyo suministro se conseguía sin mayor problema a través de un breve acuerdo económico con los laboratorios que los fabricaban.

Ese curso de capacitación le costó al cártel de Sinaloa en el que ya destacaba el liderazgo del Chapo Guzmán, la suma de dos millones de dólares.

-Ese curso me salvó la vida una ocasión -me contó El Gato al amparo del silencio de una fría madrugada en él área del COC de Puente Grande-; una vez llego la orden del señor para que pasaran por las armas a todos los que, en punto de borrachera, dejamos la guardia de un plantío de amapola cerca de Culiacan y nos fuimos a un burdel. Para mala o buena suerte, esa noche llegó el Ejército y barrio la plantación. Las pérdidas fueron millonarias. La orden de ejecución fue clara: pasar por las armas a los cinco que nos habían destinado al cuidado de la amapola. Ya estábamos amarrados y vendados de los ojos, a la espera de que se cumpliera la orden, cuando llegó Rolando y me dijo: “-Pin.. Gatito, que pu.. suerte tienes, el señor te la perdonó, que porque traes bien al tiro esa onda de la cocina. 
-Durante el tiempo que el Tramo II (Persona quien capacitó en Colombia al Gato) estuvo en México -explica el Gato -, pudo capacitar altamente en la producción de drogas a por lo menos 40 personas, todas ellas integrantes de varias células operativas del cártel de Sinaloa, de las que en menos de un año casi la mitad ya estaban trabajando para otras organizaciones, principalmente para los Arellano Félix, que fueron los primeros en conocer el operativo de fortalecimiento que estaba llevando a cabo el El Chapo. Se conoció que al menos unos 10 comenzaron a dar cursos por su cuenta, vendiendo la información a los cárteles de Ciudad Juárez y el Golfo.


Luego de que en la cúpula del cártel de Sinaloa se supo que algunos instruidos habían desertado o vendían esa misma información a integrantes de otros cárteles, la orden no se hizo esperar: quienes recibieron el curso debían ser eliminados.

La tarea de limpieza de los 40 C1 (en alusión al trabajo de cocina), la llevo a cabo El Gato, por instrucción personal y directa del Chapo. Él sólo armo un equipo de 20 militares que pagaba el cártel de Sinaloa y con ellos salió a la calle en lo que se conoció, dentro de la organización, como la Operación Topia, por ser en esa población donde el El Chapo, junto con su cúpula directiva, acordó la ejecución de los capacitados.

Al primero que ejecutó fue a Juanito Santos, a quien apodaban El Tinieblas; a este lo encontró en un bar de Culiacan.


Otro que estaba en la lista, lo único la policia ministerial del estado, y fue reportado de manera inmediata, al filo de las tres de la mañana, al radio del Gato. El sentenciado era Juan Cervantes, alias 
El Ojon, que andaba de fiesta en un burdel, con dos de sus compadres. Los tres sujetos fueron ejecutados en la plaza principal, donde los policías los habían entregado.

A José Uranga, alias La Chichi, lo ubicó un trabajador del INEGI, que soplaba información a un policía ministerial; le pagaron 200 pesos de ese entonces por el dato del domicilio. Una vez localizada la casa de La Chichi, el comando del Gato irrumpió y lo masacró, junto a la esposa y los tres hijos.

La inversión del cártel de Sinaloa, al comprar la confianza de las fuerzas federales, pronto comenzó a rendir frutos, pues en solo siete días, en eventos consecutivos de instalación de retenes y volantas por carreteras de Navolato, Culiacan y Mazatlan, dieron con el paradero de 11 de los hombres buscados por El Gato. Se les hizo un juicio sumarísimo y todos fueron hallados culpables de tradición al cártel. 
Todos fueron ejecutados.

En menos de dos meses el comando del Gato, ejecutó a 33 de los 40 declarados “malditos” durante la reunión del poblado de Topia, y que originó su cacería.

Cuando El Gato tuvo que explicar ante el propio Chapo, la razón por la cual no había ejecutado a los siete faltantes, pues según sus argumentos, estos últimos recibieron protección del cártel del Golfo, que los mantenía bajo su dominio y custodia en alguna otra entidad de la Republica, El Chapo montó en cólera.

Fue una de las poquísimas veces que lo vi perder los estribos -contó El Gato-; vociferó, pu.. y pataleó hasta el cansancio, con la instrucción directa a los cinco que estábamos en la reunión de que hiciéramos lo que fuera necesario, lo más pronto posible, para dar con e, paradero de los que faltaban. Si no, los que estaríamos en la fosa seríamos nosotros. Después El Gato supo que de los siete que se le escaparon, tres fueron sacados de Sinaloa, por la gente del cártel del Golfo, otros dos buscaron cobijo en una célula que operaba en Sonora a las órdenes de los Arellano Félix, mientras que los últimos dos se desplazaron a Querétaro, bajo la protección de otra célula criminal.

Fuente: Libro, “Los Malditos, crónica negra desde Puente Grande” de J. Jesus Lemus

martes, 7 de febrero de 2017

Crónicas desde Puente Grande: Daniel Arizmendi "El Mochaorejas"

Al filo de las dos de la mañana, pude darme cuenta de cómo torturaban a un interno, que a gritos suplicaba que dejaran de aplicarle toques con la chicharra. Literalmente aullaba de dolor.

Tras casi dos horas de que entre unos cinco y ocho agentes de seguridad interna, todos ocultando sus rostros con pasamontañas, lo tundieron a golpes, el infortunado preso quedo privado por el martirio y solo se alcanzaba a escuchar su respiración agitada entre sollozos y palabras balbuceantes, ininteligibles, pero que evidenciaban las formas y el trato inhumano que imperaba al interior de la cárcel.

El lacerado, lo supe al siguiente día al pase de lista, era Daniel Arizmendi López, quien ya se encontraba sentenciado a más de 390 años de prisión.

El Mochaorejas fue llevado al área de segregación, según lo comentó con alguien que desde la celda 301 le preguntó cómo se encontraba. Ese alguien era Jesus Loya, un secuestrador de Sinaloa que también purgaba una sentencia de 25 años de prisión.

Yo escuché el nombre Daniel Arizmendi López y lo asocié inmediatamente con el mote de Mochaorejas. Cuando escuche el pase de lista que el guardia gritaba el nombre de Arizmendi López y luego en contraste la tímida voz del interno respondiendo con su nombre de pila: Daniel, algo se removió en mí que me impulsó a hacerle un par de preguntas, una vez que se retiraron los guardias y estábamos fuera del baño. Pero Jesus Loya se me adelantó y comenzó el diálogo.

-Ese mi Dani, ¿Qué tal te cayó el baño? -se aventuró a expresar entre curioso y servicial-, ¡Apenas te debe de estar cayendo a toda ma.. el agua fría, para calmarte los dolores de la mad.. de anoche!

-Ni creas, está a toda ma.. el agua, se me hace que está más calientita que allá en las celdas tapadas donde vivo. ¿Tú quién eres?

-Estoy aquí en la celda uno, soy Jesus Loya, de Sinaloa, estaba en el módulo ocho de población pero me trajeron para acá, porque me aventé un trompo con un bato que se siente muy ca.. y nos dio chance un oficial de tirarnos unas trompadas, pero el gu.. se rajó y nos llevaron al consejo, y dijo que a la mala me le aventé en el comedor, pero fue a la buena, fue derecho el tiro. Me dieron tres meses de aislamiento y aquí estoy pagándola, pero ya casi termino y me regreso a población.

-¿Y cuántos años te echaron?- preguntó el Mochaorejas como midiendo terreno- por qué si estás en el módulo ocho ya tienes sentencia.

-Vengo por secuestro-respondió Jesus Loya-, pero tú eres el maestro de todos. Me dieron 25 años, pero ya les llevo pagados casi la mitad, ya me eche 11 años aquí y pienso que solo les hago otros cinco más, a lo mucho, y me ando yendo con beneficios, porque vengo con la ley anterior, en donde todavía pagas con sólo 60 por ciento de la sentencia.

-Pero, ¿A poco tú sí reconociste a la primera que mochaste todas esas orejas que dicen en las noticias?

-Pos a la primera no, pero si me fui resignando a reconocer lo que hice-asevera Arizmendi en un tono de voz mas apagado-; fui creyendo poco a poco lo que los noticieros dijeron de mí y casi terminé por aceptar todos los secuestros que me presentaron los policías que me interrogaron, porque me pusieron más secuestros de los que en realidad hice.

-Pero, entonces ¿Cuántos años traes encima? -va directo al tema Jesus Loya-, porque allá en el módulo ocho dicen que traes como dos mil años de sentencia.

-Puras mentiras. Traigo solo 393 años por los secuestros que dizque me pudieron comprobar.

-¿Estas arrepentido de lo que hiciste? -cuestiona J. Jesus Lemus.

-La neta, sí eres periodista, solo un periodista puede hacer esas pen.. de preguntas. ¿Qué si estoy arrepentido? Si, si me arrepiento de haber hecho lo que hice, pero pos aquí ya poco sirve el arrepentimiento. Aquí ya no cuenta lo que uno piense o diga, aquí el arrepentimiento es sólo una pomadita que se la pone uno todos los días, cuando le duele la cárcel en los huesos y en todo el cuerpo, y por eso necesita uno tener arrepentimiento para untárselo en el cuerpo cuando no soporta uno este encierro. Pero, ¿Sabes qué es lo peor de todo el arrepentimiento que le surge a uno estando aquí encerrado? Lo peor es no tener a quien decirle que uno está arrepentido y que aunque pudiera ya no volvería a cometer el mismo error que se cometió y que lo trajo a uno hasta aquí.

-Ora sí te me pusiste filosófico, mi Dani -le dice en tono de burla Jesus Loya-, ya vez, si hace bien platicar un ratito. Aquí aunque sea en estos minutos de la mañana, la pasamos suave, hablando todos los días, porque luego llega el cambio de guardia y no sabes ni qué pu.. guardia te va tocar, y hay ca.. que ni respirar te dejan.

Fuente: Libro “Los Malditos, crónica negra desde Puente Grande” de J. Jesus Lemus

Pancho Villa y Tomás Urbina: anécdota

Urbina era un mestizo tarahumara, nativo de la Congregación de las Nieves, en Durango. Tenía ocho años más que Pancho Villa, cuando se conoc...