El Gato me contó que que a fines de los ochenta estuvo en Colombia durante mucho tiempo; en aquel país fue instruido y capacitado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), a las cuales ingresó por gestiones de su padre, quien por años sirvió a esa organización. Dentro de un campamento de las FARC, Noé recibió capacitación para elaborar drogas sintéticas a base de anfetaminas, las cuales se obtenían de medicamentos antigripales, de esos que se pueden comprar en cualquier farmacia, y cuyo suministro se conseguía sin mayor problema a través de un breve acuerdo económico con los laboratorios que los fabricaban.
Ese curso de capacitación le costó al cártel de Sinaloa en el que ya destacaba el liderazgo del Chapo Guzmán, la suma de dos millones de dólares.
-Ese curso me salvó la vida una ocasión -me contó El Gato al amparo del silencio de una fría madrugada en él área del COC de Puente Grande-; una vez llego la orden del señor para que pasaran por las armas a todos los que, en punto de borrachera, dejamos la guardia de un plantío de amapola cerca de Culiacan y nos fuimos a un burdel. Para mala o buena suerte, esa noche llegó el Ejército y barrio la plantación. Las pérdidas fueron millonarias. La orden de ejecución fue clara: pasar por las armas a los cinco que nos habían destinado al cuidado de la amapola. Ya estábamos amarrados y vendados de los ojos, a la espera de que se cumpliera la orden, cuando llegó Rolando y me dijo: “-Pin.. Gatito, que pu.. suerte tienes, el señor te la perdonó, que porque traes bien al tiro esa onda de la cocina.
-Durante el tiempo que el Tramo II (Persona quien capacitó en Colombia al Gato) estuvo en México -explica el Gato -, pudo capacitar altamente en la producción de drogas a por lo menos 40 personas, todas ellas integrantes de varias células operativas del cártel de Sinaloa, de las que en menos de un año casi la mitad ya estaban trabajando para otras organizaciones, principalmente para los Arellano Félix, que fueron los primeros en conocer el operativo de fortalecimiento que estaba llevando a cabo el El Chapo. Se conoció que al menos unos 10 comenzaron a dar cursos por su cuenta, vendiendo la información a los cárteles de Ciudad Juárez y el Golfo.
Luego de que en la cúpula del cártel de Sinaloa se supo que algunos instruidos habían desertado o vendían esa misma información a integrantes de otros cárteles, la orden no se hizo esperar: quienes recibieron el curso debían ser eliminados.
La tarea de limpieza de los 40 C1 (en alusión al trabajo de cocina), la llevo a cabo El Gato, por instrucción personal y directa del Chapo. Él sólo armo un equipo de 20 militares que pagaba el cártel de Sinaloa y con ellos salió a la calle en lo que se conoció, dentro de la organización, como la Operación Topia, por ser en esa población donde el El Chapo, junto con su cúpula directiva, acordó la ejecución de los capacitados.
Al primero que ejecutó fue a Juanito Santos, a quien apodaban El Tinieblas; a este lo encontró en un bar de Culiacan.
Otro que estaba en la lista, lo único la policia ministerial del estado, y fue reportado de manera inmediata, al filo de las tres de la mañana, al radio del Gato. El sentenciado era Juan Cervantes, alias
El Ojon, que andaba de fiesta en un burdel, con dos de sus compadres. Los tres sujetos fueron ejecutados en la plaza principal, donde los policías los habían entregado.
A José Uranga, alias La Chichi, lo ubicó un trabajador del INEGI, que soplaba información a un policía ministerial; le pagaron 200 pesos de ese entonces por el dato del domicilio. Una vez localizada la casa de La Chichi, el comando del Gato irrumpió y lo masacró, junto a la esposa y los tres hijos.
La inversión del cártel de Sinaloa, al comprar la confianza de las fuerzas federales, pronto comenzó a rendir frutos, pues en solo siete días, en eventos consecutivos de instalación de retenes y volantas por carreteras de Navolato, Culiacan y Mazatlan, dieron con el paradero de 11 de los hombres buscados por El Gato. Se les hizo un juicio sumarísimo y todos fueron hallados culpables de tradición al cártel.
Todos fueron ejecutados.
En menos de dos meses el comando del Gato, ejecutó a 33 de los 40 declarados “malditos” durante la reunión del poblado de Topia, y que originó su cacería.
Cuando El Gato tuvo que explicar ante el propio Chapo, la razón por la cual no había ejecutado a los siete faltantes, pues según sus argumentos, estos últimos recibieron protección del cártel del Golfo, que los mantenía bajo su dominio y custodia en alguna otra entidad de la Republica, El Chapo montó en cólera.
Fue una de las poquísimas veces que lo vi perder los estribos -contó El Gato-; vociferó, pu.. y pataleó hasta el cansancio, con la instrucción directa a los cinco que estábamos en la reunión de que hiciéramos lo que fuera necesario, lo más pronto posible, para dar con e, paradero de los que faltaban. Si no, los que estaríamos en la fosa seríamos nosotros. Después El Gato supo que de los siete que se le escaparon, tres fueron sacados de Sinaloa, por la gente del cártel del Golfo, otros dos buscaron cobijo en una célula que operaba en Sonora a las órdenes de los Arellano Félix, mientras que los últimos dos se desplazaron a Querétaro, bajo la protección de otra célula criminal.
Fuente: Libro, “Los Malditos, crónica negra desde Puente Grande” de J. Jesus Lemus
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