Al filo de las dos de la mañana, pude darme cuenta de cómo torturaban a un interno, que a gritos suplicaba que dejaran de aplicarle toques con la chicharra. Literalmente aullaba de dolor.
Tras casi dos horas de que entre unos cinco y ocho agentes de seguridad interna, todos ocultando sus rostros con pasamontañas, lo tundieron a golpes, el infortunado preso quedo privado por el martirio y solo se alcanzaba a escuchar su respiración agitada entre sollozos y palabras balbuceantes, ininteligibles, pero que evidenciaban las formas y el trato inhumano que imperaba al interior de la cárcel.
El lacerado, lo supe al siguiente día al pase de lista, era Daniel Arizmendi López, quien ya se encontraba sentenciado a más de 390 años de prisión.
El Mochaorejas fue llevado al área de segregación, según lo comentó con alguien que desde la celda 301 le preguntó cómo se encontraba. Ese alguien era Jesus Loya, un secuestrador de Sinaloa que también purgaba una sentencia de 25 años de prisión.
Yo escuché el nombre Daniel Arizmendi López y lo asocié inmediatamente con el mote de Mochaorejas. Cuando escuche el pase de lista que el guardia gritaba el nombre de Arizmendi López y luego en contraste la tímida voz del interno respondiendo con su nombre de pila: Daniel, algo se removió en mí que me impulsó a hacerle un par de preguntas, una vez que se retiraron los guardias y estábamos fuera del baño. Pero Jesus Loya se me adelantó y comenzó el diálogo.
-Ese mi Dani, ¿Qué tal te cayó el baño? -se aventuró a expresar entre curioso y servicial-, ¡Apenas te debe de estar cayendo a toda ma.. el agua fría, para calmarte los dolores de la mad.. de anoche!
-Ni creas, está a toda ma.. el agua, se me hace que está más calientita que allá en las celdas tapadas donde vivo. ¿Tú quién eres?
-Estoy aquí en la celda uno, soy Jesus Loya, de Sinaloa, estaba en el módulo ocho de población pero me trajeron para acá, porque me aventé un trompo con un bato que se siente muy ca.. y nos dio chance un oficial de tirarnos unas trompadas, pero el gu.. se rajó y nos llevaron al consejo, y dijo que a la mala me le aventé en el comedor, pero fue a la buena, fue derecho el tiro. Me dieron tres meses de aislamiento y aquí estoy pagándola, pero ya casi termino y me regreso a población.
-¿Y cuántos años te echaron?- preguntó el Mochaorejas como midiendo terreno- por qué si estás en el módulo ocho ya tienes sentencia.
-Vengo por secuestro-respondió Jesus Loya-, pero tú eres el maestro de todos. Me dieron 25 años, pero ya les llevo pagados casi la mitad, ya me eche 11 años aquí y pienso que solo les hago otros cinco más, a lo mucho, y me ando yendo con beneficios, porque vengo con la ley anterior, en donde todavía pagas con sólo 60 por ciento de la sentencia.
-Pero, ¿A poco tú sí reconociste a la primera que mochaste todas esas orejas que dicen en las noticias?
-Pos a la primera no, pero si me fui resignando a reconocer lo que hice-asevera Arizmendi en un tono de voz mas apagado-; fui creyendo poco a poco lo que los noticieros dijeron de mí y casi terminé por aceptar todos los secuestros que me presentaron los policías que me interrogaron, porque me pusieron más secuestros de los que en realidad hice.
-Pero, entonces ¿Cuántos años traes encima? -va directo al tema Jesus Loya-, porque allá en el módulo ocho dicen que traes como dos mil años de sentencia.
-Puras mentiras. Traigo solo 393 años por los secuestros que dizque me pudieron comprobar.
-¿Estas arrepentido de lo que hiciste? -cuestiona J. Jesus Lemus.
-La neta, sí eres periodista, solo un periodista puede hacer esas pen.. de preguntas. ¿Qué si estoy arrepentido? Si, si me arrepiento de haber hecho lo que hice, pero pos aquí ya poco sirve el arrepentimiento. Aquí ya no cuenta lo que uno piense o diga, aquí el arrepentimiento es sólo una pomadita que se la pone uno todos los días, cuando le duele la cárcel en los huesos y en todo el cuerpo, y por eso necesita uno tener arrepentimiento para untárselo en el cuerpo cuando no soporta uno este encierro. Pero, ¿Sabes qué es lo peor de todo el arrepentimiento que le surge a uno estando aquí encerrado? Lo peor es no tener a quien decirle que uno está arrepentido y que aunque pudiera ya no volvería a cometer el mismo error que se cometió y que lo trajo a uno hasta aquí.
-Ora sí te me pusiste filosófico, mi Dani -le dice en tono de burla Jesus Loya-, ya vez, si hace bien platicar un ratito. Aquí aunque sea en estos minutos de la mañana, la pasamos suave, hablando todos los días, porque luego llega el cambio de guardia y no sabes ni qué pu.. guardia te va tocar, y hay ca.. que ni respirar te dejan.
Fuente: Libro “Los Malditos, crónica negra desde Puente Grande” de J. Jesus Lemus
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