El siguiente es el relato de un periodista de Ríodoce.
El momento más tenso lo vivimos en la guerra que explotó en 2008 al interior del Cártel de Sinaloa y nadie reculó. Bajo el gobierno de Mario López Valdez "Malova", cuyas corporaciones policiacas fueron entregadas cínicamente a Ismael Zambada y a Joaquín Guzmán, tampoco, sabíamos los peligros que se cernían sobre nosotros, pues en agosto de 2011, primer año del “gobierno del cambio”, fue asesinado el periodista Humberto Millán.
El momento más tenso lo vivimos en la guerra que explotó en 2008 al interior del Cártel de Sinaloa y nadie reculó. Bajo el gobierno de Mario López Valdez "Malova", cuyas corporaciones policiacas fueron entregadas cínicamente a Ismael Zambada y a Joaquín Guzmán, tampoco, sabíamos los peligros que se cernían sobre nosotros, pues en agosto de 2011, primer año del “gobierno del cambio”, fue asesinado el periodista Humberto Millán.
Pero seguimos adelante.
Fue hasta que reaprehendieron al "Chapo Guzmán" en Los Mochis, en enero de 2016, que las disputas entre sus hijos y Dámaso López Núñez por el control de la organización trajeron como consecuencia una nueva etapa de violencia en Sinaloa.
Pequeños enfrentamientos, ejecutados por acá y por allá, reuniones de conciliación convocadas por el "Mayo Zambada". Esto en 2016.
Hasta que ocurrieron las incursiones de gente armada a Villa Juárez, Navolato, en febrero de 2017 y a las cuales les siguió una guerra mediática. Los hijos del Chapo enviaron una carta a Ciro Gómez Leyva y por esos mismos días Dámaso López Núñez "El Licenciado" buscó un espacio en dos impresos de Sinaloa: Ríodoce y La Pared, a quienes concedió entrevista vía mensajes telefónicos, donde se deslinda del ataque que los Chapitos le atribuyeron.
La entrevista la hizo Javier Valdez, pues a él lo habían buscado.
Los hijos del Chapo se enteraron que habíamos entrevistado a Dámaso y presionaron a Javier para que el trabajo no se publicara. Pero les negamos la petición. Luego le hablaron porque querían comprar toda la edición, pero tampoco se les concedió.
Y entonces optaron por seguir –en Culiacán y Mazatlán– al personal que entrega los ejemplares en las tiendas y en cuanto los dejaban contra recibo, ellos los compraban. Eso fue el 19 de febrero. No usaron la violencia, pero sí la intimidación.
Fue a partir de estos hechos que sentimos inseguridad, sobre todo por Javier. Ya de por sí la emboscada del 30 de septiembre, donde murieron cinco militares, había enrarecido el ambiente.
Acordamos que debería irse un tiempo de la ciudad. Él mismo planteó el asunto con organismos internacionales que le propusieron enviarlo un tiempo fuera del país, pero le costaba trabajo separarse de la familia.
Ríodoce tenía pendientes reportajes en otras entidades y le propusimos que fuera él a reportearlos para que descansara de esta ciudad en guerra. Pero la falta de recursos y la desidia nos ganaron.
La Jornada, luego del asesinato de Miroslava Breach en Chihuahua, le propuso algo semejante pero tampoco se concretó. Con los días, las cosas parecían haberse calmado.
La detención de Dámaso López Núñez cargaría los dados hacia un lado y era de sentido común esperar un poco de paz. Lo comentamos el mismo lunes 15 por la mañana, antes de que lo mataran.
Pero estábamos equivocados.
Como nos equivocamos también al entrevistar a Dámaso, porque de esa forma nos metimos a una guerra mediática que no era nuestra, provocando el disgusto –sin que fuera nuestra intención– de la otra parte.
Por eso el decomiso de los ejemplares del domingo 19.
El miércoles 17 nos reunimos en Ríodoce para planear, en medio del llanto y la pesadumbre, la próxima edición. Creía conocer a todo el equipo, uno por uno de los reporteros, el personal administrativo, los encargados de la web y redes sociales. Pero no.
Son todos y cada uno mucho más grandes y fuertes de lo que yo pensaba. La flaqueza sólo se reflejaba en lágrimas por el dolor del compañero que habían asesinado, pero nunca por el compromiso que teníamos enfrente. Nadie preguntó si seguíamos o no.
Todos lo dimos por hecho.
Fuente: Proceso
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