El 16 de septiembre de 2008 el general Mario Arturo Acosta Chaparro viajó de manera urgente a Morelia, Michoacán. Su misión era capturar a los culpables del atentado con granadas ocurrido el 15 de septiembre.
En este cruel acto, murieron ocho personas y 107 resultaron gravemente heridas.
Medios internacionales cuestionaban duramente a Felipe Calderón. El entonces secretario de gobernación Juan Camilo Mouriño, buscó al general y le solicitó de manera urgente viajar a Michoacán para localizar inmediatamente a los culpables.
El general sabía que era una misión difícil, pero esa mañana la fortuna le sonrió. Al llegar a Morelia, Acosta Chaparro se reunió con "El Chayo" y "El Chango Mendez", entonces líderes de La Familia Michoacana, les pidió que le colaboraran con la localización.
El general solo tuvo que esperar un par de días para entregar buenos resultados a Calderón y Mouriño.
A los líderes de La Familia Michoacana les urgía entregar a cualquier persona, de esa manera quedarían bien con el gobierno federal.
El 18 de septiembre, "El Chayo" y "El Chango Mendez" informaron al general que ya tenían a los culpables.
El general Acosta Chaparro inmediatamente abordó un avión, y siguiendo las instrucciones de los narcotraficantes, aterrizó en Apatzingán, de ahí un taxista los llevó hasta Antúnez, y en una casa solitaria le entregaron a tres personas que sin necesidad de preguntar, confesaron rápidamente su culpabilidad.
Mario Arturo Acosta Chaparro se comunicó rápidamente a los Pinos, indicó que la misión se había cumplido satisfactoriamente.
El viernes 26 de septiembre en un montaje policíaco de los que acostumbró Felipe Calderón, la PGR anunció que gracias a una denuncia anónima el 25 de septiembre habían sido localizados y detenidos: Julio César Mondragón Mendoza, Juan Carlos Castro Galeana y Alfredo Rojas Elicea, culpables del atentado, e integrantes de "Los Zetas".
Días después, familiares de los detenidos rompieron el silencio, declararon que entre el 18 y el 23 de septiembre, los tres hombres fueron privados de su libertad y torturados por sujetos armados en Lázaro Cárdenas, después fueron trasladados a una casa de seguridad donde nuevamente fueron torturados hasta que llegaron autoridades federales, y se los llevaron en avión.
Posteriormente las esposas y los padres de los tres detenidos vieron como sus familiares eran presentados en las noticias como culpables de los granadazos de Morelia.
Los detenidos no tenían nada que ver con "Los Zetas" y mucho menos con el atentado, los hombres eran albañiles y trabajan honradamente, su único pecado, era ser pobres.
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