jueves, 1 de junio de 2017

Los asesinos materiales e intelectuales del Cardenal J. Jesús Posadas Ocampo

En 2008, J. Jesús Lemus un periodista guanajuatense fue encarcelado indebidamente por ordenes del gobierno federal, encabezado por Felipe Calderón, se le fabricaron cargos criminales y lo enviaron al penal de máxima seguridad de Puente Grande. En las condiciones de reclusión más adversas, el autor registro todas las conversaciones que sostuvo con los miembros de la llamada "selección nacional del crimen".

Ya en prisión, J. Jesús Lemus sostuvo una amistad de reclusión con; Humberto Rodríguez Bañuelos "La Rana" asesino del Cardenal J. Jesús Posadas Ocampo, quien le relato todos los detalles de la ejecución.

El siguiente relato es parte del libro; "Los Malditos 2: El ultimo infierno, historias negras desde Puente Grande", de J. Jesús Lemus, totalmente recomendado.

Tembloroso de la emoción, aunque "La Rana" decía que era por una descompensación de azúcar, narró su versión del día en que dio muerte al Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo. 

-Ése fue el día más terrible de mi vida. Yo me pasé la noche pensando en los detalles de la operación. Los muchachos estaban nerviosos. Nunca había visto tanta inquietud en sus rostros. Por disciplina les ordené que no hubiera alcohol ni drogas esa noche. Les pedí que revisaran sus armas. Llegué al estacionamiento del aeropuerto apenas pasadas las ocho de la mañana. Contó "La Rana".

Sin que Rodríguez Bañuelosz se enterara, en aquel lugar también fueron citados Ramón y Benjamín Arellano Felix, a los que un emisario del procurador Jorge Carpizo les prometió un encuentro con el "Chapo Guzmán". Era una propuesta del gobierno federal directamente de Carlos Salinas de Gortari para que los grupos rivales tuvieran un acercamiento, con el propósito de sentarse después a dialogar para poner fin a su guerra. El enviado de Carpizo fue Rodolfo León Aragón "El Chino", que entonces era director de la PJF. A él se le había encomendado hacer los contactos para que todos coincidieran en el mismo sitio y a la misma hora. El objetivo era poner las bases de una eventual confusión entre los carteles, que resultara en la muerte del Cardenal Posadas Ocampo.

Y es que, de acuerdo con informes del Cisen, el Cardenal fue ubicado por el gobierno federal como el agente que estaba introduciendo armas en el sur del país. apoyando de esa forma al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). El secretario de gobernación, Patrocinio González Garrido, informó de esa versión al presidente Salinas de Gortari.

Desde presidencia se tomó la decisión de hablar con el prelado, pero el cardenal se negó tres veces a acudir a citas con el jefe de la oficina de la presidencia de la república, José Córdova Montoya.

A la cuarta ocasión que fue convocado, Posadas Ocampo asistió sólo para decirle personalmente al funcionario que no tenía interés en dialogar con Salinas de Gortari sobre la imputación que se le hacía. Entonces ocurrió el incidente del que dieron cuenta algunos periódicos: en un arrebato Córdoba Montoya empujó y amenazó al prelado.

Una versión de ese ríspido encuentro la daría a conocer años después José Antonio Ortega Sánchez, abogado del Cardenal. Ortega Sánchez ventiló públicamente que Posadas Ocampo despertó la ira del personero del presidente Salinas, cuando tuvo la osadía de mencionar en aquella oficina la posibilidad de que bandas de narcotraficantes de Colombia, Bolivia y Perú, tuvieran nexos con Raúl Salinas de Gortari. Eso provocó la escena: el furioso Córdova Montoya tomó por la solapa al Cardenal, y se afirma que lo abofeteó y lo saco a empujones.

La reacción del Estado fue la de siempre: violenta y directa. Desde presidencia se decretó la muerte del cardenal.

Se buscó al mejor de los sicarios y se diseño el escenario idonéo para presentarlo a la opinión pública con detalles verosímiles: el fuego cruzado, una confusión entre pistoleros de los dos cárteles de las drogas más importantes del momento: el de Tijuana y el de Sinaloa. Por eso fueron citados en el lugar los jefes de ambas organizaciones.

En el estacionamiento del aeropuerto de Guadalajara, minutos antes del asesinato del cardenal, estaban presentes los hermanos Arellano Félix con sus pistoleros, y el grupo del "Chapo Guzmán" que se movilizaba entre los vehículos estacionados.

A muchos de ellos los conocía perfectamente. "La Rana" era jefe de escoltas de Ramón Arellano, pero también le realizaba "trabajitos" al gobierno, como el encargo de ejecutar al Cardenal.

Nadie sabia la hora de llegada del Cardenal, excepto Rodolfo León Aragón, a quien la secretaría de gobernación había informado que Posadas Ocampo iría a recibir al nuncio apostólico Prigione.

La mañana transcurrió en una tensa espera. A las 15:30, tras una espera de casi siete horas, sonó el teléfono de "La Rana". Era la voz del comandante León Aragón, quien le avisaba de la llegada del objetivo. El sicario no dijo nada, cortó la comunicación y alertó a sus hombres. Enseguida el grand marquis blanco del Cardenal entró despacio entre los cajones del estacionamiento y se detuvo a casi 100 metros de donde se encontraba "La Rana". 

Rodríguez Bañuelos se bajo de la camioneta y sus hombres hicieron lo mismo. Se desplegaron en forma de abanico hacia el auto de Posadas Ocampo, todos con rifles de asalto AK-47. Al frente iba "La Rana" y junto con él avanzaban Juan Francisco Murillo Díaz "El Guero Jaibo"; Édgar Nicolás Mariscal Rábago "El Negro", y Jesús Alberto Bayardo Robles "El Gori".

A menos de cuatro metros los cuatro ejecutores vaciaron sus armas. Sabían a quién estaban asesinando. Nunca hubo confusión sobre la identidad de su víctima.

"Cuando apreté el gatillo, durante segundos interminables vi la mirada del Cardenal, sentí su mirada como si me perdonara lo que estaba haciendo" Contó "La Rana".

El procurador Carpizo salió a explicar que la muerte del cardenal fue el resultado de una confusión. Según él, dos bandas de narcotraficantes se habían enfrentado en el aeropuerto y como consecuencia del fuego cruzado perdieron la vida el prelado y seis personas más.

La historia de Rodríguez Bañuelos se concatena a la perfección con el dictamen del doctor Mario Rivas Souza, el médico forense de Jalisco que se hizo cargo de las investigaciones periciales del caso. Fue el primero en refutar la tesis del procurador Carpizo sobre el fuego cruzado, pues Rivas Souza aseguró que las balas que mataron al cardenal fueron disparadas en forma "directísima y a corta distancia".

Carpizo intentaba sostener a toda costa su versión. Pero, las pruebas que divulgó el doctor Rivas Souza obligaron al procurador a presentar otra hipótesis sobre el crimen. Carpizo ahora decía que el Cardenal y su chofer, fueron confundidos con el narcotraficante Joaquín "El Chapo Guzmán" y uno de sus escoltas, pues los gatilleros de los hermanos Arellano Félix sabían que el sinaloense llegaría en un vehículo similar al del Cardenal y se confundieron. Versión que también era totalmente falta.

Rodríguez Bañuelos no volvió a tocar el tema. Argumentó que el caso daba miedo porque había muchos intereses detrás de aquel asesinato, aunque en el fondo se sentía orgulloso de que el gobierno le hubiera encomendado esa tarea.

"Es una forma de recibir el reconocimiento como el mejor sicario de toda la historia de México. Es como si el gobierno me hubiera dado un certificado de ser el mejor" Contó "La Rana".

2 comentarios:

  1. Juan Carlos Léon2 de junio de 2017, 10:02

    Excelente relato, ¿Como puedo contactarte? Me interesa que colabores para un medio digital.

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  2. Buenas tardes, le dejo mi correo electrónico: (grmt587@gmail.com), saludos.

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