LO BUENO:
Orden, paz y progreso. Porfirio Díaz logró durante 30 años de gobierno la anhelada paz en el país, concilio rencillas partidistas, se congració con el clero y dio fin a la inestabilidad política. México se modernizó, comenzó el crecimiento económico, se favoreció la inversión extranjera, se reactivó la minería y la industria, abrieron los bancos y las compañías de seguros; y las regiones aisladas del país comenzaron a comunicarse con miles de kilómetros de vías de ferrocarril.
Porfirio Díaz (1830-1915)
En palabras de Díaz:
“México pasó de la anarquía a la paz, de la miseria a la riqueza, del desprestigio al crédito y del aislamiento internacional al reconocimiento universal“.
LO MALO:
Pan y palo. Porfirio Díaz domesticó y sometió a los poderes federales, desarrolló un régimen autoritario y su voluntad personal estaba por encima de la ley. El glamour que se respiraba en la oligarquía porfirista ocultaba la miseria y la desgracia de una gran mayoría. Los latifundios habían aumentado a costa de las tierras de los pueblos, se favoreció la inversión extranjera pero se pagaban salarios paupérrimos en condiciones de trabajo inhumanas; alentó la represión de Cananea y Río Blanco y consintió la existencia de Valle Nacional, donde las condiciones de vida eran prácticamente de esclavitud.
LO FEO:
La dictadura envejeció. Porfirio Díaz y su dictadura comenzaron a dar muestras de debilidad cuando en 1908 declaró al periodista James Creelman que México estaba preparado para la democracia y que vería con buenos ojos a la oposición. Porfirio olvidó pronto sus palabras ante la popular campaña democrática de Madero, lo aprehendió y se reeligió por séptima vez. En respuesta, Madero declaró nulas las elecciones y animó al pueblo a tomar las armas para defender sus derechos. El patriarca que se creía insustituible, fue obligado a renunciar sin reconocer jamás culpabilidad alguna y sin entender los motivos de la “ingratitud” del pueblo mexicano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario