Nadie puede decir con seguridad qué pasaría si estallase una guerra nuclear. Ni quién vencería, ni qué daños causaría. Sin embargo, Hiroshima y Nagasaki podrían darnos pistas de las posibles consecuencias de la falta de diálogo entre las principales potencias nucleares.
En el mundo hay aproximadamente 15,000 armas nucleares, según la Federation of American Scientist. En la cabeza de la lista está Rusia con 7,000 ojivas nucleares, seguida de Estados Unidos con 6,800 y China con 270. Por el carácter hermético de Corea del Norte, no se conoce con exactitud cuál es su arsenal nuclear, aunque se estima que tiene en torno a 10 cabezas nucleares. Entre ellos una bomba de hidrógeno.
Rusia y Estados Unidos acumulan 13,800 y de ellas 1,800 podrían utilizarse en unos segundos.
La explosión nuclear más potente provocada por el hombre la llevó a cabo la URSS en 1961. Krushchev, el entonces presidente, tras los acontecimientos nucleares de la Segunda Guerra Mundial quiso ponerse al día en este campo. De esta manera surgió la Bomba del Zar, una bomba de hidrógeno de tres fases: fisión- fusión-fisión con una potencia explosiva de 50 megatones o 50,000 kilotones. Aproximadamente 1,200 veces mas fuerza que las bombas de Hiroshima y Nagasaki juntas. La bomba tenía un peso de 27 toneladas y su explosión no fue un ataque, sino una pruebla nuclear, por lo que no hubo víctimas. La nube de hongo supero los 60 kilómetros de altura.
La bomba nuclear lanzada sobre Hiroshima, conocida como Little Boy, tuvo una potencia explosiva de 16 kilotones y acabó aproximadamente con la vida de 140,000 personas, según National Geographic. Esta fue la primera bomba atómica de la historia lanzada sobre población civil.
Fat Man, la segunda bomba atómica lanzada por Estados Unidos sobre la ciudad nipona de Nagasaki, acabó instantáneamente con la vida de 70,000 personas, además de miles de muertos causados por la radiación posterior, según National Geographic.
A pesar de que la bomba lanzada en Nagasaki fue más potente, el número de víctimas fue mayor en Hiroshima debido a la orografía de Nagasaki, que sirvió de barrera.
Una de las características que comparten estas bombas es que ambas son bombas atómicas. Es decir, se basan en un proceso de fisión de núcleos atómicos pesados, como el uranio-235 utilizado en la bomba de Hirsohima y el plutonio en la de Nagasaki, que libera una gran cantidad de energía. Aunque limitada, en cierta medida.
La diferencia de potencia entre las bombas nucleares lanzadas sobre Japón y la prueba de la URSS de debe a que un kilogramo de hidrógeno libera aproximadamente diez veces más energía que un kilogramo de uranio. Es decir, una bomba de hidrógeno puede liberar mucha más energía que una bomba nuclear.
Si finalmente Rusia, Estados Unidos o Corea del Norte declarase la guerra, las consecuencias serían terribles y podrían durar décadas, según el científico Jean Paul Baquiast. Este también dijo en un análisis para la web Europe Solidaire, que si Estados Unidos decidiese atacar primero a Rusia, “una parte del país podría destruirse, pero la mayoría del territorio norteamericano sería destruida en el caso de un intercambio de misiles balísticos.”
Como en cualquier guerra, uno de los bandos vencería. Aunque sería una victoria pírrica: demasiadas muertes para que merezca la pena luchar, incluso para el bando vencedor.
El director de cine Oliver Stone preguntó al Kremlin quién creía que vencería en una guerra nuclear entre Rusia y Estados Unidos, a lo que Putin contestó que “cree que nadie podría sobrevivir a tal conflicto”.
Indudablemente, una guerra nuclear provocaría enormes catástrofes naturales. La atmófera podría cubrirse de nubes tan densas que la fotosíntesis sería imposible durante meses, daños irreversibles en la atmósfera, tsunamis, terremotos… podría ser el fin de la vida humana y de muchas otras especies. Sin embargo, muy probablemente no sería el fin del mundo. Sería cuestión de tiempo, pero la Tierra se recuperaría y todos los que la habitamos ahora perderíamos.
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