"El Chayo" tenía una forma muy correcta de hablar, como que pensaba las palabras antes de decirlas. No dejaba nada a la duda y convencía a cualquiera. Si él decía que el cielo estaba negro, aunque brillara de azul, terminabas por creerle. Era un hombre muy derecho.
Decía que podía hablar con los animales, que tenía poderes mentales y que curaba con sólo mirar a los ojos a las personas. Nazario Moreno siempre estaba acompañado de su escolta a la que llamaba "Los Doce Apóstoles".
"El Chayo" era muy extraño, tenía diversas manías. No le gustaba beber en un mismo vaso ni tomaba alcohol. Lo único que bebía era agua mineral y a veces coca cola. Decía que su cuerpo era un "Templo de Dios" y que debía cuidarlo. Se lavaba las manos y los pies a cada rato. Cuando estaba platicando, pedía pausa a la plática para ir a donde uno de sus "apóstoles" armados le preparaba una bandeja con agua y una toalla blanca.
Nazario se acercaba sigiloso. Se lavaba las manos, los pies y la cara para regresar a la plática y seguir conversando.
Era muy educado. Siempre que volvía a la mesa ofrecía una disculpa. Decía que tenía que atender otros asuntos: los que Dios le había encomendado. En alguna ocasión explicó que su labor dentro del narcotráfico era una cosa terrenal que debía cumplir porque algo había que hacer en esta vida para vivir. Pero dijo que su verdadera misión era hacer las cosas de Dios.
Las iniciaciones dentro de la Familia Michoacana las realizaba "El Chayo", él hacía sentir que lo sucedido en ese momento era lo más importante del mundo. Nazario Moreno ordenaba que llevaran a los que se iniciarían a una casa que él tenía en Guanajuatillo. Pedía que se despojaran de la ropa, y quedarse solo en calzones, "El Chayo" aparecía con una túnica blanca que tenía una cruz roja de lado a lado, parecía otro "Chayo" totalmente serio y metido en su papel.
Preguntaba en tres ocasiones a los iniciados, si estaban seguros del paso que iban a dar. Nazario Moreno se hacía acompañar de un grupo de hombres, que acercaban túnicas blancas para ponérselas y posteriormente los sacaban del lugar, para llevarlos a un salón donde había un altar, con un Cristo al centro. Toda la sala estaba llena de cirios encendidos y ahí esperaba otro grupo de personas con túnicas blancas igualmente, ellos portaban espadas. "El Chayo" se sentaba al centro de la habitación, colocaba a las personas como a cinco pasos de él, le pedía a cada uno que se pusiera de rodillas, después de eso colocaban la espada sobre la cabeza. Decían palabras en idiomas desconocidos y pedía posteriormente que se levantaran y les besaban la mejilla.
Los hombres que acompañaban al "Chayo" acercaban botellas y una copa de vino, antes de servir el vino decían más palabras en un idioma desconocido. Dejaba la copa en el suelo y se hincaba para hacer oración. Luego arrodillado como estaba, levantaba la copa lo más alto que podía y le daba un trago, llamada a cada uno a su presencia y ofrecía la copa, pedía que no se arrodillaran con él, que bebieran de pie.
Cuando terminaban, solicitaba que lo siguieran hacia el altar donde se encontraba el Cristo. Ahí hacia jugar por sus vidas, por sus hijos y por lo más sagrado que tenían que nuca iban a traicionar a la organización.
Los conducía a otra habitación donde en el centro estaba otro Cristo y tres cirios, y pedía que hablaron con el Cristo, que reflexionaran para que sus pecados fuesen perdonados, ahí permanecían veinticuatro horas consecutivas. A cada hora los visitaba uno de los acompañantes del "Chayo" quienes les ofrecían agua en una bandeja dorada. Era lo único que podían probar en ese lapso.
Al termino de las 24 horas, iban por los iniciados una escolta, todos iban cantando, los sacaban de la casa hacia unos hoyos en el jardín. "El Chayo" sin perder la amabilidad pedía que se metieran para enterrarlos vivos, sólo salían sus cabezas, que eran cuidadas cariñosamente por tres hombres. Ellos daban de beber y los animaban a seguir con el ritual, que decían, cambiarían su vida.
Después de veinticuatro horas en esa posición, nuevamente se aparecía "El Chayo" ordenando que los desenterraran. Les daban nuevas vestimentas, y frente de él, pedía que los iniciados juraran que renunciarían al consumo de drogas, alcohol y decía que de manera opcional también podían renunciar al sexo y al placer del buen comer.
"El Chayo" pedía que repitieran las palabras que él decía, así los iniciados juraban ser leales hasta la muerte, juraban lealtad a la Familia Michoacana y a todos los principios de hermandad en la organización.
Después de todo el ritual, se organizaba una fiesta, donde Nazario Moreno ya no participada. Decía que cuando el rito de iniciación finalizaba para ellos, él aún tenía que "rendir cuentas a Dios sobre el acto realizado". Cada que terminaba un rito de iniciación, Nazario Moreno alias "El Chayo" se encerraba para hacer oración por 12 horas y ayunaba tres días.
Durante las ceremonias "El Chayo" no permitía que se le tocará, porque aseguraba que lo dejaban impuro ante Dios. Antes del rito se bañaba con calma durante tres horas sin jabón. La tina que utilizaba tenía un cirio en cada esquina y la llenaban con agua del río Grande, acarreada en cántaros por siete mujeres vírgenes. A cada una de ellas le pagaba mil dólares por cada cántaro de agua que vaciara para su baño. Cuando ya se había bañado no se dejaba tocar ni se secaba el agua porque decía que la toalla también lo dejaba impuro. Dos de sus ayudantes le colocaban la túnica blanca con el mayor de los cuidados, para evitar tocarlo, y le colocaban unos huaraches de dos correas que sólo utilizaba para esa ocasión.
Fuente: Libro "Los Malditos 2, El Último Infierno, más historias negras desde puente grande" de J. Jesús Lemus.
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